Imaginemos, por un momento, una situación novelesca. Se extiende entre los varones un virus muy contagioso que mata la libido. Sería como la famosa ceguera de Saramago (Ensyo sobre la Ceguera), pero aplicada al sexo y que sólo afecta a los hombres. La enfermedad provoca que los varones no sientan ningún atractivo por el sexo contrario, ni ninguna repulsión, simplemente indiferencia: "cariño, siento que no te conozco".
Las catástrofes se desencadenarían de inmediato. Sería como un tsunami económico ¿Cuantas industrias desaparecerían?
Para empezar: la industria cosmética, de la moda y de la joyería se irían al garete, ya que supongo que las mujeres se arreglan para gustar al sexo contrario, no para gustarse unas a otras. Ya no sería necesario estar "mona" pues "esos cerdos ni te miran". Karl Lagerfeld y John Galiano tendrían que dedicarse a diseñar monos de trabajo.
Habría tantas mujeres desesperadas que los ginecólogos -en paro forzoso- tendrían que dedicarse a la psiquiatría.
En el último capítulo de la novela, alguien, por fin, descubre un antídoto para el virus. Los hombres vuelven a sentir "lo mismo" pero, esta vez, con ganas de recuperar el tiempo perdido. La sociedad respira aliviada.