viernes, 29 de agosto de 2008

Tirar con pólvora del Rey







En una ocasión asistí a la proclamación de la Reina de las Fiestas de un pueblo de la huerta valenciana. El pueblo tiene unos 5.000 habitantes. La Reina iba acompañada de sus damas de honor -unas quince- que, enfundadas en magníficos trajes, iban subiendo al estrado con sus correspondientes acompañantes. El presentador las iba anunciando: Señorita Pepi Hernández, dama de honor de la simpatía, acompañada del presidente del club de cazadores, etc. Todo el evento era de un lujo increíble. Los trajes de las damas costaban unos 6.000 € cada uno - ¿Quien había pagado todo ésto preguntaba yo a un vecino? - Pues el Ayuntamiento ¿quien va a ser? - me dijo.

El municipio tenía, además de las mejores fiestas patronales del contorno:


  • casa de la cultura, con teatro y local de ensayos de la banda de música

  • ambulatorio a todo lujo, aunque lo había tenido que construir el municipio

  • polideportivo con piscina climatizada y pista de ciclismo "peraltada", apta para competiciones.

Resulta que el municipio en cuestión había sido agraciado por la diosa Fortuna con la instalación de una planta de fabricación de automóviles. La recaudación de impuestos era impresionante. De hecho, según todos los indicios, era el municipio más rico de España en presupuesto municipal "per capita". El municipio tenía graduados los impuestos municipales al máximo que permite la ley. El alcalde era todo un personaje, parece que lo estoy viendo, hablaba el castellano con dificultad.


Como en toda conducta humana, aquí funciona la ley de los incentivos. Personalicemos la situación en el Alcalde ¿Tenía el Alcalde algún incentivo para bajar los impuestos a las empresas del polígono industrial, mejorando así su rentabilidad? Ninguno, pues las empresas no votan ¿Tenía el alcalde algún incentivo para gastar alegremente en fastos? Pues los tenía todos, así era popular y salía reelegido una y otra vez.


Todo esto viene a propósito de la financiación de las Comunidades Autónomas. En el actual sistema los incentivos están mal puestos. En efecto, aquí uno sacude al contribuyente para que suelte la pasta y otro se gasta el dinero. El que se gasta el dinero --las CC AA-- no tiene ningún incentivo para dejar de gastar, y tiene todos los incentivos para seguir gastando. El que lo recauda --el Estado-- se hace,entretanto, antipático al ciudadano. El presidente autonómico es el generoso, el que, sin enfrentarse al ciudadano, gasta en cosas que favorecerán su reelección. Cuando en un sistema democrático, hay presidentes autonómicos que llevan 25 años seguidos en el cargo, aquí hay algo que no funciona.


Ejemplos hay muchos, pero el que más cerca me coge es la Comunidad Valenciana. Es una de las más endeudadas "per capita": Fórmula 1, Copa del América, Palacio de la Opera, Palau de la Música, Ocenográfico, aquí tenemos de todo. El presidente autonómico se pavonea por ahí, hecho un personaje, tirando --literalmente, pues los valencianos son muy aficionados a la pirotecnia-- con pólvora del Rey. Luego arremete contra el Gobierno acusándole de maltratar a su Comunidad.

jueves, 28 de agosto de 2008

Los años de Hierro 1939-1945 (La Esfera de los Libros)



He leído recientemente este libro. Me decidí a comprarlo porque yo nací en los años de hierro precisamente. El libro es un tanto insoportable: miles de nombres, fechas y lugares acarreados sin piedad a las páginas de este grueso ladrillo, formando un conglomerado, que no un libro que responda a una idea unitaria.

Al final resulta que el Sr. Moa es franquista. Ya lo sospechas durante la lectura pero lo confirmas en las conclusiones, que contienen frases como éstas:


Por lo que hace al régimen español, tenía demasiadas peculiaridades para encuadrarlo en cualesquiera de los campos en pugna. A partir de 1944 puso empeño en definirse y ser aceptado internacionalmente como católico y no como fascista. La falange aparecía como partido único, pero en realidad no lo era. A la vez, la Falange estaba demasiado impregnada de catolicismo para clasificarla como plenamente fascista.
Franco, educado en el sistema liberal de la restauración, nunca entendió bien el discurso fascista o totalitario. Pese a normativas y reglamentos, la economía permaneció liberal en sus líneas básicas.
También fue más amplia que en Alemania, y mucho más que en Rusia, la libertad personal. Con una censura y control de la prensa menos estrictos que en otras dictaduras, permitía una considerable autonomía social y cultural
En un sentido cabe tildar a Franco de totalitario: por sus poderes virtualmente ilimitados. Sin embargo, en la práctica, los usó con moderación.

Para concluir el panorama español de los años cuarenta, se ha insistido interminablemente en las pinceladas lóbregas: hambre, estraperlo y represión con especial hincapié en la esterilidad cultural. Julián Marías combatió falsificación tan increíble en un artículo famoso, “La vegetación del páramo”.
En cuanto a la economía, hubo hambre pero menos que en 1938 en la zona izquierdista. Se ha criticado la política autárquica del régimen, etc. Y no sin razones, pero olvidando casi siempre que la autarquía vino, en gran medida, obligada.
Desde luego, el hambre y las estrecheces marcaron una época, pero también la alegría popular. El español pasaba menos hambre que otros muchos europeos, muchísima menos que casi todos durante el último período de la contienda y la inmediata posguerra, y no tenía que sufrir el yugo de un país extranjero, ni bombardeos, persecuciones masivas o deportaciones. Vistas las privaciones en su contexto, esa alegría no resulta tan fuera de razón.
Sin duda Franco había vencido a la revolución, había mantenido a España fuera de la guerra mundial y estaba derrotando los nuevos intentos de guerra civil. Con la mancha de una represión excesiva, pero inferior a las del entorno europeo, ese es el balance.
La aversión procede del carácter dictatorial del Caudillo y su régimen. Pero a menudo sus detractores han mostrado una inclinación dictatorial harto mayor, si bien frustrada.
En 19367 no existía ningún demócrata ni partido democrático capaz de hacer frente al proceso revolucionario en marcha. Por ello la democracia, como la república, quedaron fuera de cuestión, sustituidas por la necesidad elemental de asegurar la supervivencia del país y su civilización tradicional.
El equívoco de asociar la democracia liberal con las mismas izquierdas que la habían derruido entre 1934 y 1936, hacía preferible un sistema autoritario (no totalitario). A los ojos de la mayoría, el franquismo significaba paz interna y externa, orden y progresiva mejora económica, junto con una opresión evidente, pero más llevadera que otras dictaduras conocidas y juzgada un precio inevitable.
Franco, repitámoslo, no hubiera sido un dictador si, previamente, quienes pasaban por republicanos no hubieran destrozado la república; y casi nunca tuvo enfrente a demócratas.
Fue un dictador atípico y su figura y balance distan mucho de las groseras caricaturas que se han hecho habituales.
Para finalizar una "perla" extraida de la presentación de su libro: “Aquellos que hoy defienden la Ley de la Memoria Histórica se identifican con los criminales, los de las checas [las cárceles republicanas]”.

Para ser historiador, demasiado sesgado. No creo que vuelva a comprar un libro suyo.

Duplicaciones discriminatorias

  La Constitución venezolana   duplica cientos de términos: “Toda persona detenida tiene derecho a comunicarse de inmediato con sus familiar...