En una ocasión asistí a una boda y, en el banquete posterior, me tocó al lado del cura que había pronunciado un bonito discurso acerca de las virtudes del matrimonio monógamo, la famosa carta de San Pablo ¿Porqué cree Vd. que existe la monogamia en Occidente, padre?, le pregunté. El cura me dijo algo así como que Dios lo había querido de esta manera pero, obviamente, la explicación no me satisfizo desde el punto de vista, digamos, biológico y social. La monogamia debe tener una razón de ser de orden práctico.
En otra ocasión me encontraba en el archipiélago de Los Roques, que es un conjunto de islas situado frente a la costa de Venezuela. Aparte del turismo, la principal fuente de ingresos para sus habitantes es la pesca de la langosta, que se efectúa durante el mes de marzo. Los ingresos obtenidos durante tan corto periodo de tiempo permiten vivir todo el año. Y, claro, los once meses restantes, pues no hay nada que hacer. Los roqueños se emborrachan con frecuencia y se entregan a relaciones sexuales de todo tipo, sin reparar en la edad o el grado de parentesco. Me lo explicaba una médico argentina que estaba haciendo prácticas en el ambulatorio local: es raro que una niña entre en la adolescencia sin que haya mantenido relaciones sexuales, consentidas o no, con algún hombre, ya sea el padre, el hermano o el vecino de enfrente. El resultado es hijos sin padre conocido, padres con hijos de varias mujeres, madres con hijos de varios padres y niños abandonados vagando por la isla. En resumen: promiscuidad y caos social.
Biológicamente, la monogamia no es algo "natural" para el ser humano. La naturaleza dicta que los hombres "se exhiban" y las mujeres "escojan". Los machos más atractivos tendrán acceso al mayor número de hembras lo que, desde el punto de vista evolutivo, redundará en la mejora de la especie. Las hembras más atractivas tendrán más prole a la que transmitirán sus caracteres. Los individuos menos atractivos no procrearán. Es un mecanismo cruel pero natural.
En cambio, la monogamia hace que los hombres atractivos sean retirados del "mercado" de la reproducción y asignados a una sola mujer. Eventualmente, todas las mujeres encontrarán un hombre. La monogamia no es, pues, natural sino un "invento" de la cultura. Pero quién la inventó ¿los hombres o las mujeres?
Los que dicen que la inventaron las mujeres aducen que es sintomático que los movimientos feministas la promuevan. La poligamia va, dicen, en contra de los derechos a la igualdad de las mujeres. El comité para la eliminación de la discriminación contra las mujeres de la ONU se manifiesta inequívocamente a favor de la monogamia. Por otra parte, a la mujer le interesa encontrar a un hombre que, de modo consistente, aporte activos para la crianza de la prole.
La monogamia, dicen otros, como casi todas las cosas útiles, la inventaron los hombres para evitar el caos social. Así se aseguran de que los hijos de sus parejas son realmente suyos. El esfuerzo de la lucha por las hembras se sustituye por el esfuerzo de criar la prole. Hacer que la gente se tenga que emparejar en relaciones monógamas asegura que todos pueden emparejarse. Y se controla mejor de quién son los hijos y quién tiene que ocuparse de ellos.
Vista la experiencia del Archipiélago de los Roques, creo que la monogamia es una conquista de la cultura, por oposición a la caótica promiscuidad a que nos empuja la naturaleza, favorece el orden social, la igualdad entre mujeres y hombres y a la prole. Aunque, desgraciadamente, favorece también el control del poder político sobre los individuos. Pero, obviamente, no una monogamia exclusiva (una pareja para toda la vida), sino una monogamia seriada (solo una pareja al mismo tiempo).
Y así, habiendo puesto en orden mis pensamientos, estoy en disposición de poder hablar de nuevo con el curita ese para decirle cuatro cosas.
