El programa de hoy es atractivo: Un Requiem
Alemán de Johann Brahms.
El espectador llega al teatro con
anticipación, el público pulula por los pasillos y el bar. Me encuentro con mi amigo Rafael
- No te ví en el Requiem de Mozart el otro
día, pensé que debías estar por aquí.
Los habituales de la sala de conciertos nos
conocemos tanto que ya sabemos nuestras preferencias.
Suena el primer aviso: una versión del
concierto para violín de Beethoven en versión sintetizador.
- Pues sí que vine, el coro era bueno ¿verdad?
Lástima que el Director, en un totum revolutum intolerable, enlazara el aria de
Pamina, el Requiem y el Ave Verum. Creo que es una ofensa a los oyentes. Es como si te sirven primero segundo y postre
todo en el mismo plato. Hay que dejar tiempo para que la gente aplauda y, así,
hacer una pausa para empezar con la siguiente pieza.
Me encamino a la Sala.
Esta de hoy, Un Requiem Alemán, es una obra
que lleva coro. La voz humana es el mejor de los instrumentos --pienso mientras
me dirijo a mi asiento.
Salen los músicos y la gente aplaude
tímidamente. Esto es algo que nunca he entendido, pero ¡si todavía no han hecho
nada! La timidez consiste en que el aplauso es breve y poco entusiasta. Como es
breve, reciben aplauso los primeros músicos pero no los últimos, los violines
pero no las violas. Absurdo.
Me acomodo en la butaca. Los músicos afinan
sus instrumentos en la mayor.
Sale el Director y los músicos, todos de
negro, se ponen de pié y aquel saluda con una reverencia. Entonces el aplauso
sube de tono, desde luego aquí está más justificado.
El Director gira 180º sobre sus talones y se dirige
a la Orquesta. Unos segundos de concentración por su parte – y por la mía.
Los músicos han traído las cajas de sus
instrumentos, como si fueran de viaje.
Suena la música, entra el coro:
1.
Selig sind, die da Leid tragen...
Cierro los ojos, y las paredes de la Sala
desaparecen, los abro brevemente y me encuentro en una estación de ferrocarril,
los músicos están abordando el tren con los instrumentos en sus cajas. Pero la
música sigue sonando. El coro continúa:
2.
Denn alles Fleisch ist wie Gras...
El tren arranca. Siento que tengo que cogerlo
porque, si no, me perderé el concierto. Corro y, cuando estoy cerca, todavía avanza despacio. Chuf..Chuf, el vapor sale
de la máquina. Corro cada vez más para atrapar el último vagón, no sé si lo
lograré. Pero he pagado la entrada y no estoy dispuesto a quedarme sin
concierto.
Finalmente, en un último sprint, consigo
agarrarme a la barra del último vagón y pegar un salto al estribo. Lo he
logrado
Me siento en el último asiento y me abandono a
mis sentidos. La música sigue sonando aunque los instrumentos en el tren, siguen en sus
cajas. Los del coro tienen la boca cerrada.
Pero ahora ya no persigo a la música, me dejo
llevar por ella.
Termina el concierto, el coro canta:
denn ihre Werke folgen ihnen nach
Ahora, abro los ojos y me encuentro a mi amigo
Rafael
- ¿Que te ha parecido? Yo creo que las
contraltos entraron antes de tiempo en el primer movimiento, ¿no?
Supongo que él también consiguió atrapar el
tren.