En la central de Proniño en Río de Janeiro cunde
la alarma. Iván ha desaparecido.
- Hay que buscarlo ¿Os acordáis dónde fue la vez
anterior? –pregunta uno de los cuidadores.
- Estará donde esté Irma, siempre va a tras ella
–dijo otro.
- Vamos a buscar entonces en los semáforos de la
Avenida Libertadores
La expedición de búsqueda, compuesta por tres
cuidadores, monta en un jeep y se pone en marcha.
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Habían estado todo el día en el semáforo limpiando
parabrisas. El trabajo es desagradecido, muchos conductores no dejan nada.
Además es peligroso, cuando se abre el semáforo los conductores no reparan en
que pueden atropellar a un niño de la calle. Algunos han muerto así, bajo las
ruedas de un vehículo, apretando la esponja en la mano inerte, chorreando jabón
en el asfalto, en medio de un charco de sangre.
Cuando ya han conseguido unos pocos centavos, se
hacen una señal y unos cuantos se van a casa del zapatero.
Uno de ellos es Iván que va acompañado de Irma.
Los niños apenas si habían comido un mango podrido
que encontraron por la mañana en un basurero.
La madre de Iván se volvió a casar y su padrastro apaleaba
al chiquillo. Lejos de protegerlo, se ponía de parte de su nuevo marido. Harto
de castigos, Iván huyó a la calle.
Irma, en cambio, fue abandonada al nacer en la
puerta del Juez de Paz.
Ahora eran amigos. Iván ha tenido que proteger a
Irma en numerosas ocasiones de las agresiones de los otros chicos. Muchas veces
compartían el mismo cartón para dormir.
Pero hoy no van hoy al zapatero a reparar sus
zapatos, porque van descalzos. Van a comprar la cola. Y la cola no es para
hacer trabajos manuales en la escuela, porque estos niños no van a la escuela.
Lo que ellos buscan es el tolueno.
El tolueno es el disolvente usado en la cola. Lo
meten en bolsas de plástico y aspiran sus vapores.
Los niños lo usan para olvidarse de esa vida de
miseria y porque dicen que calma los espasmos del hambre.
Seguramente, querido lector, tú no sabes lo que es
eso. Porque tú nunca has pasado verdadera hambre.
A ti no te cabe en la cabeza que se pueda
abandonar a un niño, pero hay millones de ellos en todo el mundo que hacen de
la calle su hogar. Las razones son complejas: pobreza, desintegración familiar,
abuso y abandono.
El tolueno es una potente droga muy adictiva que,
a largo plazo, destruye el cerebro.
Cuando los niños están aspirando la droga debajo
de un puente, llegan los cuidadores. No huyen, están ya bajo los efectos del
narcótico.
- Vamos Iván. ¿Otra vez te has escapado? Así no
vamos a hacer nada bueno de ti. Hala vente con nosotros
Iván les sigue dócilmente y se monta en el Jeep.
A un nuevo ingreso en la Residencia de Proniño
seguirá una nueva huída.
¿Qué será hoy de Iván e Irma?