En un viaje en coche nos encontramos en un atasco, la cola de vehículos no
avanzaba. Paramos el motor.
Eran las diez de la noche.
De pronto ella, echó mano de su bolso para buscar su paquete de galletas.
Siempre llevaba uno consigo. Buscó y rebuscó en su bolso, pero no las encontraba.
Empezó a ponerse nerviosa y, aunque no quería que se notara, sus
preguntas delataban su estado de ansiedad.
- ¿Y esto cuánto va a durar?
- Pon la radio, a ver si dicen algo del atasco.
- Conéctate con el móvil a Internet a ver la situación del tráfico.
- Me está empezando a doler la barriga
- ¿Crees que algo te ha sentado mal?
- Sí, creo que sí.
- ¿Quieres que paremos?
- ¡Si ya estamos parados!
- Pero ¿qué te pasa?
Cristina no tenía hambre exactamente, sino que la incertidumbre de no saber
cuando iba a comer, le producía una situación de estrés insoportable.
Notaba un dolor abdominal y fuertes latidos del corazón. Creía que si no
comía pronto, podría morir de inanición.
Empezó a mover un pié de forma incontrolable y a dar golpes en el suelo del
vehículo.
- ¿No tenéis nada de comer? dijo, al cabo.
Fueron respondiendo cada uno de los ocupantes del vehículo. No, no
- Pues no, no tenemos nada, pero pronto llegaremos, esto no puede tardar
mucho –dijo el conductor.
Ahora le temblaba la mano derecha que trataba de sujetar con la izquierda.
- ¡Es que hemos salido demasiado tarde! ¡A quién se le ocurre! ¿No sabíais
que era vuelta de Puente? –dijo, después de un momento.
Mirando a la cara al conductor y adoptando un rictus siniestro en su cara,
dijo
- ¡Imbécil, tú tienes la culpa!
Y comenzó a golpear el salpicadero con los puños.
Los pasajeros estaban ya hartos de su extraña conducta.
- ¿Quieres dejar de dar golpes? No arreglas nada –dijo el conductor.
De pronto, en un gesto que nadie esperaba, la pasajera sacó del contacto la
llave y, antes de que nadie se diera cuenta, la tiró por la ventanilla en
dirección a la cuneta.
- ¿Qué has hecho? ¿Estás loca?
El conductor se acercó a ella y la
empujó con el hombro. Ella se encogió como si fuera a pegarle, pero él extendió
la mano y cogió una linterna que llevaba en el salpicadero. Abrió la puerta para salir del vehículo, pero
no vio otro que había dado la vuelta y
circulaba por el carril contrario. La puerta se cerró súbitamente con el impacto
y el conductor quedó atrapado entre ésta y el vehículo con la cabeza
fuertemente magullada.
Alguien llamó a una ambulancia. Ésta tardó dos horas en llegar debido al
atasco. En aquel momento, los coches circulaban ya, aunque lentamente.
Pero ello no le sirvió de nada al conductor atrapado.
El golpe había sido demasiado fuerte.