lunes, 30 de noviembre de 2009

Rompiendo el hechizo


En un ribazo observas una hormiga escalando laboriosamente por una hoja de hierba, más y más alto hasta que, finalmente, cae a suelo, pero se levanta y escala, una y otra vez, como Sísifo, condenado a empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, y así indefinidamente.

¿Qué beneficio obtiene la hormiga? Ninguno. Su cerebro es dirigido por un párásito que necesita crecer en el estómago de una oveja o de una vaca para completar su ciclo reproductivo. Este parásito hace que su anfitrión se comporte de un modo suicida para beneficio del huesped.

¿Sucede algo parecido con los seres humanos? Sí, desde luego. Encontramos hombres que dedican toda su vida a una idea que se ha alojado en su cerebro y que les lleva a hacer grandes sacrificios, arrostrar enormes sufrimientos y arriesgar su vida.
La palabra árabe "islam" significa "sumisión" y un buen musulman reza cinco veces al día, ayuna durante el Ramadan, trata de peregrinar a la Meca, siguiendo la idea de Alá y de Mahoma, el mensajero de Alá. Cristianos y Judíos hacen lo mismo, dedicando su vida a la propagación de la Palabra.
La comparación entre un gusano parásito invadiendo el cerebro de una hormiga y una idea invadiendo el cerebro humano es inquietante pero no es descabellada. En la parábola del sembrador se dice que la palabra de Dios es la semilla: la semilla germina en el cerebro de los hombres y estos la difunden a lo largo y a lo ancho del mundo y, a cambio, tendrán la vida eterna.

Duplicaciones discriminatorias

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