lunes, 8 de septiembre de 2008

Intolerancia religiosa


Las múltiples manifestaciones de la intolerancia poseen en común la elevación como valor supremo de la propia identidad, ya sea étnica, sexual, ideológica o religiosa, desde la cual se justifica el ejercicio de la marginación hacia el otro, hacia el diferente.

La marginación puede venir por muchos caminos. Por ejemplo, estos días leo en la prensa que:

"Una nueva amenaza planea sobre la frágil convivencia entre musulmanes y cristianos egipcios. En vísperas del debate parlamentario sobre la ley para regular los trasplantes de órganos, el Colegio de Médicos se ha decantado por prohibirlas entre personas de distinto credo".

Me imagino que el Corán no dirá nada del tema, pero aquí tenemos los intérpretes, los mediadores que se pronuncian: hay que prohibir los transplantes. La idea es repulsiva: resulta que los órganos del infiel quedarían impregnados por su religión y, al ser transplantados a un creyente, lo contaminarían. Pues ¿cómo vamos a admitir como musulmán al que tiene el corazón de un cristiano? Puestos a especular, las consecuencias podrían ser que al que recibe el órgano contaminado haya que:

  • explusarlo de la comunidad, excomulgarlo;
  • encarcelarlo;
  • arrancarle el órgano;
  • acabar con él.

La intolerancia puede aplicarse en vida, pero también después de la muerte, prueba de ello es que haya distintas clases de cementerios, según el credo.

Me asombra todo esto.

Duplicaciones discriminatorias

  La Constitución venezolana   duplica cientos de términos: “Toda persona detenida tiene derecho a comunicarse de inmediato con sus familiar...