lunes, 21 de noviembre de 2011

La mano invisible


¿Entendemos lo que realmente quiso decir Adam Smith, en su libro de 1776 La riqueza de las Naciones, con aquello de "la mano invisible"?
Su argumento era el siguiente: cuando compro una barra de pan, estoy usando recursos valiosos para la sociedad --el trigo, el combustible, la mano de obra, etc., que se emplean en su fabricación--. Lo que evita que haga un uso excesivo de esos recursos es el precio de la barra. Solamente compraré el pan si su valor para mí excede del precio que tengo que pagar.
Si la economía de mercado funciona correctamente,  el precio iguala el coste de estos recursos: el panadero no me venderá el pan a menos que el precio cubra sus costes y la competencia evitará que me cargue un precio excesivo. De este modo, sólo compraré el pan si su valor para mí excede del coste de los recursos para el resto de la sociedad.
El mecanismo del mercado, por tanto, controla mi deseo de comprar más pan que la cantidad justa. Es como si el precio fuera una multa que tuviera que pagar para compensar al resto de la sociedad por el uso de sus recursos. En la otra cara de la moneda, al panadero, que representa al resto de la sociedad, se le compensa de sus costes de hacer el pan, que yo deseo, y tiene el incentivo justo para producirlo.
La simplicidad, la claridad y la belleza de este argumento explica su atractivo. De hecho, esa misma claridad, pone de manifiesto sus limitaciones. La teoría de la mano invisible se aplica bien sólo en aquellas situaciones en que todo tiene un precio. En efecto, hay situaciones, dentro y fuera de la economía, en que no tenemos que pagar una multa por causar un perjuicio al resto de la sociedad ni obtenemos una remuneración por hacer el bien.
En el dilema del prisionero, el que confiesa daña a su colega, pero no recibe castigo por ello. Como hay tantas actividades sin precio o fuera del mercado, que son importantes para nosotros, no hay que extrañarse de que los individuos, actuando egoístamente, con frecuencia hagan tanto daño a otros y ningún bien.

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