lunes, 29 de marzo de 2010

Al infierno con la monogamia



La monogamia no es natural en nuestra propia especie. De hecho, es mucho menos común de lo que parece sugerir la visión ingenua y sentimental del “matrimonio y la familia”. Pero está ahí y debemos preguntarnos porqué.
Nadie lo sabe, pero existen especulaciones interesantes, no todas procedentes de la biología.
La primera especulación es que, al principio, no había relaciones sociales o sexuales exclusivas. Entonces apareció el primer gusano en la manzana: la propiedad privada. Los que disfrutaban de ella, querían transmitirla a sus propios hijos pero, dada la “omnigamia” –todo el mundo copulaba con todo el mundo-- ¿de quién eran los hijos? La solución estaba en la monogamia, mediante la cual los hombres podían controlar la sexualidad de sus mujeres, asegurándose así herederos y respaldando sus intereses como propietarios.
Según otra teoría, la práctica de apoderarse de las mujeres del enemigo a modo de trofeos dio lugar a una forma de matrimonio-propiedad. Las mujeres eran una propiedad primordial.
Según otros, la monogamia se debe al hecho de que los infantes humanos nacen más indefensos que otros animales y crecen más lentamente. Bajo tales condiciones, hay un interés compartido por el macho y la hembra en desarrollar cooperativamente sus tareas como padres. En cierta medida cabe esperar que los machos demanden a cambio de su cooperación un elevado grado de confianza en su paternidad.
Generalmente se piensa que la monogamia beneficia a la mujer, mientras que a menudo se asume que la poliginia es un sistema patriarcal, dominado por el macho que oprime a las mujeres.
Pero pudiera ser que, en realidad, la poliginia sea un desastre para la mayor parte de los hombres y, en términos comparativos, un buen negocio para la mayoría de las mujeres. Con la poliginia son más las mujeres que tienen opción a relacionarse con un hombre poderoso y triunfador. Así, aunque pensemos a menudo que la monogamia beneficia a las mujeres, puede ser mucho más beneficiosa para los hombres, en especial para los que pertenecen a los rangos intermedios o bajos de la sociedad. La monogamia es el gran igualador de los machos, un triunfo de la democracia doméstica.
Sin embargo, hay otros modos de mantener el aspecto legal de la monogamia, soslayándola al mismo tiempo, entre ellos, el patrón más común es la “monogamia en serie”, una especie de harén, si bien sucesiva en vez de simultáneamente.
Algunas de las causas coercitivas de la monogamia humana no son precisamente benevolentes. Está por ejemplo el temor al ostracismo social, el miedo a la excomunión, si se es religioso. No podemos por menos que preguntarnos cuántos matrimonios se mantienen unidos por el miedo. Aparte del ostracismo y la condenación eterna, está el temor al abandono, la pobreza y la vulnerabilidad. También tenemos que preguntarnos cuántos matrimonios permanecen juntos por el miedo de la mujer a pasar grandes aprietos para llegar a fin de mes si abandona a su marido –en especial si tiene hijos dependientes--. La alternativa es una especie de prostitución a la inversa, por la que las mujeres ofrecen fidelidad –o al menos una fidelidad aparente—a cambio de recursos.
Y finalmente esta la vieja cantinela: permanecer juntos por el bien de los hijos; suena a manido pero puede que este beneficio sea con frecuencia responsable del mantenimiento de la monogamia… para bien o para mal.
Pero ¿por qué goza la monogamia de aprobación en los países occidentales? En cierta medida, esto podría ser un ejemplo ponderado del triunfo de la democracia y la igualdad de oportunidades, al menos por lo que a los hombres se refiere. La poliginia es una situación elitista, en el que un pequeño número de hombres afortunados, despiadados o magníficamente cualificados, monopolizan un porcentaje mayor del que debiera corresponderles de las parejas disponibles. En el caso de la monogamia, en cambio, ni siquiera el individuo de mayor éxito puede tener más de una pareja legal. Hasta Bill Gates se ve legalmente obligado a ser monógamo. Incluso Bill Clinton está legalmente obligado a ser monógamo. Como resultado, hasta el mayor fracasado tiene probabilidades de obtener una esposa. Aunque requiera un cierto grado de represión de nuestra tendencia a tener multitud de parejas, la monogamia ofrece, a cambio, mejores perspectivas de que todos podamos tener al menos una. La monogamia podría ser, pues, al menos en parte, un resultado de la igualdad macho-macho, un gran igualador reproductivo (para los hombres).

Ya hemos visto que los seres humanos no son, biológicamente hablando monógamos. Pero también se muestran poco inclinados a tolerar desviaciones de la monogamia con la despreocupada convicción de que, dado que son “naturales”, no significan nada. El adulterio se concebía como un delito “contra el hombre”.
La civilización está construida sobre la represión de los instintos. Y hoy sabemos que uno de esos instintos conduce, al parecer, a los apareamientos múltiples. ¿Tienen algo de antisocial los apareamientos múltiples? Sí, deben tenerlo, cuando se acuerda la monogamia por contrato.
La civilización está cimentada no sólo en la represión de los instintos, sino también en el imperio de la ley (en ciertos aspectos, ambas cosas son sinónimas).
En la civilización occidental es necesario para el éxito social la adhesión a los ideales monógamos. Es difícil que un bígamo o adúltero conocido “salga adelante” (difícil, pero no imposible, ahí tenemos a Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica, un polígamo reconocido).
Aunque la monogamia impuesta se en algún sentido “antinatural”, esto no significa necesariamente que sea indeseable. No hay razones para suponer que, por ejemplo, unas relaciones sexuales abiertas, no estructuradas y no restrictivas harían más felices a las personas. De hecho, muchos experimentos sociales “utópicos” han fracasado precisamente porque los sentimientos de posesividad interpersonal se interpusieron en el camino del sueño idealizado de compartir lo social y lo sexual. No se ha demostrado que ningún otro patrón matrimonial –la poliginia, la poliandria, el matrimonio en grupo, el matrimonio “abierto”--, funcione mejor.
Bien mirado, puede que la monogamia sea como la democracia según Winston Churchill: “el peor de los sistemas posibles, salvo cuando tomamos en consideración las alternativas”.
Lectura recomendada: El mito de la monogamia de David P Barash y Judith Eve Lipton

lunes, 22 de marzo de 2010

Estoy en la playa


Estoy en la playa. Puedo decir que: las olas lamen la arena, no, demasiado visto. Podría ser, besan la arena, mojan la arena, penetran la arena, alisan la arena… Me quedo con penetran, que tiene "otras" connotaciones.
Y ¿qué más? Bueno, hace un día de sol espléndido, no, por Dios, qué vulgaridad, sol espléndido, ¿a quien se le ocurre? Sol caliente, Sol calido, Sol brillante, Sol luminoso, Sol ardiente… no, ardiente no, hacen 15 grados. ¿Con cual me quedo? Sol que acaricia mi desnuda piel. No está mal. Realmente es así, estoy sin camisa y el sol me calienta, pero solo lo justo.
Ando, mi cadera se queja ¿se queja? No, es una sensación de pinchazo, me pincha. Veo algunos pájaros en la orilla, corre-limos, creo que se llaman, pues eso, los corre-limos corren, ¡que redundancia!, no, los corre-limos trotan, siguen la ola, patean con sus largas y finas patitas la blanca arena, no ¡por favor! una redundancia (patean, patitas), seguida de un lugar común (blanca arena), ¡ejem!… los corre-limos juegan arriba y abajo con las olas que vienen y van. Me ha quedado un poco largo, pero no se me ocurre nada mejor.
Los ciudadanos sacan a pasear a sus perros, que hacen diabluras al verse en un lugar abierto, lejos de su confinamiento artificial ¿Qué? ¿Qué te ha parecido lo de diabluras? Me ha salido a la primera. Esto vale para cristianos y para musulmanes, ambos conocen al diablo, que es muy travieso. La blanca arena cede bajo mis pies ¿o debo decir la blanda arena? Si, mejor ¿Y si digo la blanda arena se deja hollar por mis pasos? Bien, te veo bien, Pablo, llevas buen camino.

Recapitulemos.
                        Hollan la arena mis pies desnudos
                        y el alto Sol acaricia mi piel;
                        los corre-limos juegan al subi-baja
                        con el vai-vén de las olas,
                        que penetran la blanda orilla,
                        revelando escondidos tesoros.
                        Desierta la playa, los perros juegan;
                        y el caminante sueña con la poesía.
                       
¿Y lo de la cadera? Pues, naturalmente, se me ha olvidado.   
Nota: foto de la playa donde sucedieron los hechos        

lunes, 15 de marzo de 2010

Los judíos se han cabreado


Fíjate qué imágen tan divertida. Las tres religiones del Libro una sobre otra. El musulman, arrodillado en la alfombra de oración, con la frente tocando el suelo, el sacerdote cristiano de rodillas encima, con las palmas juntas, y el rabino judío de pie sobre el cristiano, con su sombrero y sus guedejas, y el libro de oración.
Esta escultura se exhibe en ARCO y tiene el muy acertado título de "Stairway to Heaven". 
Las tres religiones tienen mucho en común y, en realidad, se apoyan unas en otras, como muy bien da a entender la escultura. Solo que el orden es incorrecto: debajo debería estar el judío, encima el cristiano y, sobre éste, el musulmán. En efecto, la primera que apareció fue el judaismo, con su Dios único, su libro sagrado, sus profetas y la promesa de venida del Mesías, el enviado de Dios. Basada en ésta, la cristiana, que decidió que el Mesías, ya había venido, que  era Dios en realidad, pero con forma humana. Aceptó de los judíos el Libro (el antiguo testamento), pero les hizo un añadido, el Libro 2.0 (el nuevo testamento). Como el marketing estaba mejor planteado, pues el Dios era más humano y no había cargas como la tierra prometida, tuvo más exito y literalmente barrió a la judía. Y, finalmente, el Islam, también con su profeta (pero que no era Dios, algo más razonable) su libro, de nuevo cuño, nada de segundas partes, y su pretensión de regularlo todo. Tuvo tanto éxito como la anterior, pero hoy está un poco estancada por falta de renovación.
Pero lo que me gusta a mí (la escultura), obviamente, no tiene porqué gustarle a todo el mundo y la embajada de Israel en España, ha protestado en un comunicado por los "elementos ofensivos para judíos, israelíes y, seguramente, para otros" que aparecen en la escultura. 
No sé de qué se quejan, al rabino lo han puesto arriba.

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Es profunda la crisis?


Hoy he visto a un hombre recogiendo colillas por la calle. El tabaco quita el apetito --pensé-- pobre hombre.Y me he acordado de las aceras de mi infancia (la España de 1950) donde no había una sola colilla, porque la penuria las limpiaba,  literalmente, antes de que cayeran al suelo.
Algunos liaban el tabaco reciclado a mano, en aquellos librillos de papel de la casa Smoking que todavía existen. Todo un reto, que te saliera el cigarrillo derecho. Recuerdo la técnica, la cantidad justa de tabaco, la equitativa distribución de éste a lo largo del papel, que se sostenía entre índice y pulgar de cada mano, el doblado de los extremos con los meñiques, la acción de enrrollado alante y atrás, y el humedecer el pegamento con la lengua, acción  definitiva e irreversible, porque había que cerrar el cigarrillo inmediatamente. Mucha saliva, malo, poca, peor.
¿Llegaremos a aquello?
Cuando deje de haber colillas por los suelos de las calles españolas, habremos tocado fondo.

lunes, 1 de marzo de 2010

Música y palabras



Es fácil describir lo que ves con palabras, por ejemplo, un paisaje. Aunque no es tan fácil hacerlo como el escritor Gabriel Miró, escucha ésto: 
"Tierra de labranza. Olivos y almendros subiendo por las laderas; arboledas recónditas junto a los casales; el árbol de olor del Paraíso; un ciprés y la vid en el portal; piteras, girasoles, geranios cerrando la redondez de la noria; escalones de viña; felpas de pinares; la escarpa cerril; las frentes desnudas de los montes, rojas y moradas, esculpidas en el cielo; y en el confín, el peñascal de Calpe, todo de grana..."
Pero ¿cómo describir la música? Por ejemplo, ayer fui a un concierto. Me gustó muchísimo, pero ¿cómo expresarlo con palabras? ¿Cómo decir lo que es el sonido de la Concertgebouw Orchestra? Los críticos musicales lo intentan, pero ni siquiera se aproximan. Por ejemplo, el crítico del El País: 
"Se trata de una orquesta que asume su condición de grupo. Todo ello con una cuerda de extraordinaria calidez y unas secciones de viento en las fronteras de la perfección". 
Y ¿qué decir del Director, Mariss Jansons? El crítico continúa: 
"Es un espectáculo ver cómo el pura sangre Jansons va modelando el sonido hasta llegar a un equilibrio impecable en la interacción de las diferentes secciones. Se percibió con extrema nitidez en el concierto de anteayer".
Y ¿cómo describir el Concierto para violín de Sibelius? Obra desigual donde las haya e incalificable para un profano. Dice el crítico:
"Es el sentimiento que despierta en el ánimo la contemplación del paisaje y las tradiciones de su tierra, tan lejana y exótica para nosotros, lo que Sibelius consigue magistralmente traducir a los pentagramas." 
Querido lector de este blog, desconfía de los críticos musicales, escucha tú mismo el Concierto de Sibelius y dime qué te parece

Duplicaciones discriminatorias

  La Constitución venezolana   duplica cientos de términos: “Toda persona detenida tiene derecho a comunicarse de inmediato con sus familiar...