En estos días sólo se habla en España del Kurtzarbeit (jornada reducida), una iniciativa alemana que permite combinar reducciones de jornada y cobrar el paro. Los costos se reparten. El trabajador sufre un recorte de sus ingresos, sin duda menor que si perdiera el empleo; el empresario sigue asumiendo parte de las contribuciones a la Seguridad Social, pero el sistema público le reembolsa ese coste en algunos casos.
Si yo he entendido bien el libro "Economía en una sola lección" de Henry Hazlitt, estos esquemas de "reparto del trabajo" son una falacia.
En primer lugar parten de la base de que hay solamente una cantidad fija de trabajo a repartir. No puede haber engaño más grande. No hay límite de la cantidad de trabajo que puede hacerse, mientras haya necesidades humanas insatisfechas.
En segundo lugar, si la diferencia de salario se cubre con subvenciones, éstas han de pagarse, más tarde o más temprano, con impuestos que serán detraidos de los ingresos de los trabajadores a jornada completa. Es decir, lo que está ocurriendo es que los trabajadores a plena jornada están subvencionando a los de jornada reducida. Ello se traducirá en menor poder de compra para los primeros, lo cual destruirá empleo en otra parte de la economía.
El resultado es una mejora "aparente y momentánea" del nivel de empleo a costa de una destrucción de empleo a largo plazo.