Uno de los asuntos políticos más vergonzosos que he visto en los últimos tiempos es el de la liberación del prisionero libio Abdel Basset Al Megrahi. Resulta que este es el terrorista que atentó contra el famoso avión de pasajeros que cayó en la localidad escocesa de Lockerbie en 1988 y mató a 270 personas (189 de ellos estadounidenses).
El gobierno inglés, que lo tenía preso, no sabía cómo quitárselo de encima porque Libia “ponía al prisionero sobre la mesa” en cada negociación comercial, como ha confesado el hijo de Gaddafi. Al final lo han liberado “por razones humanitarias” porque, alegan, está muy enfermo. Mejor diríamos que lo han liberado por “razones comerciales”. En esto del cinismo, los ingleses se pintan solos.
Para que la vergüenza no cayera sobre el gobierno inglés directamente, le cargaron el asunto al Gobierno escocés, que ni es gobierno ni puede decidir nada sin el consentimiento de Londres. Y como Londres tampoco puede decidir nada sin el visto bueno de Washington, pues supongo que el Gobierno americano, también está metido en el fango.
Si el prisionero hubiera llegado a Libia discretamente no habría llegado la inmundicia hasta donde ha llegado, pero como le han hecho al sujeto un recibimiento de héroe, el asunto ha salpicado a los políticos, principalmente al primer ministro inglés, al que la mierda le llega ahora al cuello.
Es curioso verlo hacer contorsiones en televisión para tratar de eludir su responsabilidad. Todo lo que dice es mentira:
· que no se puede establecer relación de este asunto con ningún otro;
· que esto no tiene nada que ver con el petróleo;
· que no ha habido conspiración, ni ocultación, ni doble negociación;
· que no le han dado instrucciones al gobierno escocés;
¡Me dan asco los políticos!