lunes, 6 de julio de 2009

El dilema del prisionero




(Dedicado a mi hijo Cesar)
Tú y yo somos dos prisioneros que estamos acusados de haber cometido un crimen. Estamos en celdas separadas y se nos sugiere “colaborar” con la Justicia, delatando al otro. Lo que suceda dependerá de lo que hagamos cada uno de nosotros y ninguno sabe lo que está haciendo el otro. Si yo te echo la culpa a ti y tú callas, te enfrentas a una pesada condena, mientras que yo, habiendo sucumbido a la TENTACIÓN de delatarte, salgo libre. Si cada uno delata al otro, ambos somos condenados, pero con una pena reducida por colaborar con la Justicia (castigo por DELACION MUTUA). Si los dos callamos, no hay pruebas suficientes y recibimos sólo una pequeña condena (premio por COOPERACION MUTUA).
Los resultados en orden de mejor a peor para mí son los siguientes:
1. Yo delato, tu callas
2. Ambos callamos
3. Ambos delatamos
4. Tu delatas, yo callo
A la vista de lo anterior, si buscamos los mejores resultados, no hay otra opción que delatar. En efecto, si yo delato, tu tienes dos posibilidades: callar, en cuyo caso te pueden caer 5 años, mientras que yo quedo libre (resultado 1) o delatarme, en cuyo caso nos caen 3 años a cada uno (resultado 3). Pero si yo callo, cabe que tú también calles (resultado 2), entonces nos condenarán a 3 años, pero cabe que me delates, cayéndome entonces 5 años, mientras que tú quedas libre. Es decir, no podemos permitirnos callar porque, si el otro nos delata, me pueden caer 5 años.
El juego es muy diferente si se juega de modo repetido. Entonces, puede establecerse una confianza entre los jugadores y cooperar entre ellos.
Mientras más lo piensas, más te das cuenta que la vida está llena de dilemas del prisionero, con resultados potencialmente infinitos, sin que sea posible saber, a priori, cuál es el mejor.

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