lunes, 12 de diciembre de 2011

Urdangarín


Resulta divertido ver las contorsiones que hace la Monarquía española para sacudirse de encima el asunto Urdangarín, en una especie de jiu-jitsu político. Un asunto feo, ciertamente, relacionado además con notorios casos de corrupción política ¿El yerno del Rey metido en casos de corrupción política? Si, así parece. Si los valores de la realeza son servicio, patriotismo y honradez, nos encontramos con que uno de sus miembros ha incurrido en presunto desvío de fondos públicos, fraude fiscal y evasión de capitales ¿Hay algo menos patriótico que la evasión de capitales? ¿Hay algo más opuesto al servicio al Pais que el fraude fiscal? La fuerza centrífuga del asunto puede romper la máquina de la Monarquía, tan trabajosamente construída sobre la base de la opinión favorable de los ciudadanos, a falta de otra justificación mejor, más acorde con los tiempos.
Para evitar la ruptura necesitamos una especie de regulador de Watt, algo que quite la presión del sistema porque la caldera va a reventar. La palabra clave es "distanciamiento": ni la familia real tiene nada que ver con él ni él tiene nada que ver con ellos. Sin embargo, el distanciamiento es imposible. Por un lado, el Rey, para evitar lo que se le ha venido encima, debía haber vigilado los negocios de su yerno y tomado medidas, entre las que incluyo denunciar ante la Justicia los presuntos delitos, deber que incumbe a todos los ciudadanos. Algo hizo mandándole a Washington, alejándolo de la Corte, pero no fue suficiente. Por otro lado, Urdangarín no puede decir ahora "lamento el daño a la familia real" porque los negocios los hacía justamente por estar vinculado a esa familia. Es decir, utilicé entonces mi vinculación pero ahora me voy a desvincular, en un acto de prestidigitación. Quizás, en lugar de lamentar, lo que debía de hacer es pedir perdón y devolver el dinero a los entes públicos de quienes lo obtuvo.
Las disculpas llegan tarde, todos estos asuntos estaban en marcha hace muchos años. Ahora dicen que van a publicar el detalle de las asignaciones presupuestarias a la Monarquía, que van a prescindir de Urdangarín en los actos oficiales. En fin, conociendo este País, me sorprendería ver a Urdangarín en la cárcel, como un Mario Conde cualquiera.
(en la foto, mapa mental del caso, el logotipo de Telefónica es intencionado)

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