La diversidad que vemos en el mundo natural no fué fácil ni rápida. Llevó 3 mil millones de años llegar al comienzo de la profusión de animales marinos, otros 350 millones construir los bosques tropicales que albergan la mitad de las especies que ahora viven. Hubo una sucesión de dinastías. Algunas especies se dividieron en dos o más descendientes y sus hijos se dividieron de nuevo para crear legiones de descendientes que se especializaron como hervivoros, carnivoros, nadadores, voladores, corredores y cavadores, en innumerables combinaciones. Hubo cinco grandes extinciones cuya reparación llevó diez millones de años. Pero la tendencia global ha sido de una diversidad creciente. Ahora, la aparición del hombre está dando lugar a una sexta extinción.
Pero ¿porqué nos importa la diversidad? ¿Qué diferencia existe si algunas especies desaparecen, incluso si la mitad de las especies desaparecen? En primer lugar nuevas fuentes de información científica desaparecerían. No olvidemos que una obscura mariposa de sudamérica salvó a los pastizales australianos de la invasión de los cactus, que la pervinca rosa ha brindado la cura de la enfermedad de Hodgkin, la leucemia linfocítica, que la conrteza del tejo negro ofrece remedio y esperanza para los pacientes de cancer de mama y ovarios, que un producto derivado de la saliva de las sanguijuelas disuelve los coágulos sanguíneos en cirugía... y la lista continúa...
Además, la humanidad coevolucionó con el resto de la vida, por ello es una locura pretender que la diversidad puede ser disminuida indefinidamente sin amenazar a la humanidad misma. La humanidad no podría seguir viviendo confortablemente en un mundo biológicamente empobrecido. Siempre hemos estado en armonía con la naturaleza, sólo en el último momento de su historia ha emergido la ilusión que la gente puede crecer aparte del mundo natural.
Lectura recomendada: The diversity of life de Edward O. Wilson
