viernes, 23 de septiembre de 2005

Gays en el seminario



El Vaticano prohibirá la entrada en los seminarios a los homosexuales
La nueva regla se aplicará incluso si los gays mantienen el celibato
Los aspirantes homosexuales al sacerdocio, aunque se comprometan al celibato, pueden sentir la tentación en un seminario, "que tiene un ambiente especial, ya que uno está rodeado por hombres, no por mujeres".
Admitir a hombres con tendencias homosexuales a un seminario "es como encargar a un alcohólico que regente un bar".
En octubre de 1986, la congregación, presidida por el actual Papa, dijo que la "inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye una tendencia [...] hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo, la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada".
La decisión de impedir la entrada de gays en los seminarios llega después de que hace una semana el Vaticano mandara una comisión para investigar la existencia de gays entre los aspirantes a sacerdotes. La investigación será dirigida por el obispo castrense de EE UU Edwin O'Brien, y afectará a 229 seminarios donde estudian 4.500 aspirantes a curas.


Hasta aquí la noticia.
¡Dios, todo esto es muy morboso!
A los curas se les prohíbe ejercer actividad sexual alguna y, si una persona no pone en práctica su sexualidad, ¿como averiguar su orientación?
Me imagino al Obispo O’Brien investigando “tendencias” entre los 4.500 aspirantes a curas.
Bien, lo primero, yo haría unas encuestas ¿Es usted maricón? ¿Se le pone dura cuando ve a San Sebastián con el torso desnudo, atravesado por flechas? ¿En qué piensa cuando se masturba?, etc.
Pero como es previsible que los seminaristas digan “mentiras piadosas”, tendría preparada una segunda prueba. Una especie de máquina de la verdad, consistente en un “peep show” móvil que convenientemente habría transportado al seminario en un camión, cargado con señoritas y caballeros de ambos sexos, bien dotados. Durante las sesiones, les pondría a los seminaristas unos electrodos, indoloros, eso sí, en ciertos órganos corporales que suelen excitarse en presencia del objeto deseado y computaría los resultados de modo, digamos, científico.

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