¿Cómo osan esos
desvergonzados artistas profanar la Casa de Dios? ¡Con esa exhibición indecente
del cuerpo de la mujer, con esos movimientos sensuales, con esa actitud
provocadora!
Es lo que debe
haber pensado el actual arzobispo de Toledo, que se apellida “Cerro”, cuando
vio el video “Ateo” grabado por los artistas C. Tangana y Nathy Peluso en “su”
Catedral.
El arzobispo
Cerro ha rechazado las imágenes y afirmado que “desconocía absolutamente la
existencia de este proyecto, el contenido del mismo y el resultado final”. Es
decir, admite que “se la han colado”. Por ello, se ha comprometido a revisar el
procedimiento para “evitar que vuelva a suceder algo semejante” y se ha empeñado
en elaborar “inmediatamente” un protocolo para la grabación de imágenes de
difusión pública en los templos de la Archidiócesis.
El video empieza la
puerta de la Sacristía, lugar donde se visten los clérigos, Nathy, semidesnuda ejecuta
unos movimientos de cadera en contraluz. Mientras baila, unos presuntos
clérigos, supuestamente célibes, la observan, lúbricos, desde la distancia
¿Sentirán el despertar de sus dormidos instintos?
Enseguida aparece
en escena C Tangana y ambos cantan y bailan, procazmente juntos, a ritmo de bachata.
Lo hacen delante del enrejado coro catedralicio lugar diseñado para el canto
gregoriano. La letra no tiene desperdicio: “Yo era ateo, pero ahora creo,
porque un milagro como tú ha tenido que bajar del cielo”.
Luego hay insinuantes
escenas de violencia en las que C Tangana tira del pelo de Nathy con fuerza y Nathy aparece después con una espada en la mano y la cabeza cortada de C Tangana en
la otra, cual Medusa sosteniendo la cabeza de Perseo.
Para finalizar la
bachata termina con la frase: “Quiero hacerle religión a tu melena, a tu
boca y a tu cara, y que me perdone la Virgen de la Almudena, las cosas que hago
en tu cama”.
La religión se
nos representa como algo mágico, el templo es la casa de Dios, que es sagrado porque
está bendecido por un hombre con poderes suficientes para hacerlo. Todo lo que
suponga destinar este edificio a algo profano es gravísimo porque rompe toda
ilusión mágica.
El Arzobispo
tiene razón en estar cabreado.